Mozart en sí mismo representa toda una época de la creación musical en su evoluciónFERNANDO MANFREDI
El cuadro se titula Caballero con abrigo verde y fue realizado en 1790 por Johann Georg Edlinger, el dato seria común si no se afirmara que se trata del último retrato de Wolfgang Amadeus Mozart. Si es cierto o no impresiona por lo que en sí representa: un hombre prematuramente envejecido, el rostro surcado por arrugas, una impresionante melena gris y los ojos cargados de melancolía pese a una forzada sonrisa. La frente parece inconfundible así como la forma de los párpados. ¿Qué pensaba en ese entonces?, ¿cuántas frustraciones y tristezas cargaba el personaje sobre sus hombros?, ¿hubiera preferido ser un humano común y no el ser cuya genialidad musical lo dominaba todo?
Porque este hombre cansado que contempla al espectador fue el mayor ejemplo de niño prodigio que conoce la historia. Por eso mismo, hoy se está celebrando su cumpleaños número 250. Nacido un 27 de enero de 1756 en Salzburgo, la bella ciudad arzobispal a orillas del Salzach, fue bautizado con el nombre de Joannes Chrisostomos Wolfgang Gotlieb. Joannes Chrisostomos por el patrón de Constantinopla, Wolfgang en honor al abuelo materno y Gotlieb que significa amado de Dios en alemán y que se latinizara como Amadeus.
DE VERTIGO.
A los 3 años de edad las dotes artísticas del niño comienzan a ser visibles, lo que hizo que Leopold, el padre, impulsara su formación musical. Con cinco años Mozart ya componía y a los 6 realizó una primera gira de conciertos con su hermana Anna María "Nannerl". Allí comienzan una serie interminable de viajes en los que el niño prodigio asombra a las testas coronadas de toda Europa.
Simultáneamente, Mozart componía música cortesana, conciertos y obras religiosas, mientras realizaba los primeros bocetos de óperas. Es que la música fluía de él con la misma naturalidad con que se respira: podía plasmar sus ideas tal como nacían en el interior de su cerebro y ya al ser escritas no necesitaban correcciones.
Con 14 años fue ovacionado en Milán por su ópera Mitridate Re di Ponto, en tanto que en 1773 obtiene el trabajo de concertista en la corte del obispo Colloredo en Salzburgo, componiendo allí música religiosa, sinfonías y conciertos sobre todo para piano y violín. Las relaciones con el obispo nunca fueron muy amables y en la mayoría de los casos se acercaron a la continua ofensa y a los malos tratos. Esto hizo que el músico intentara conseguir alguna ocupación fuera del ambiente provinciano. No lo logró, en cambio en uno de sus viajes a París un toque de tristeza se añade a la larga cadena de desencantos: fallece su madre que es enterrada en la Ciudad Luz en una fosa común. En 1780 llega uno de sus grandes éxitos, Idomeneo Rey de Creta, ópera escrita a solicitud del elector de Baviera. Esta nueva situación hace que rompa definitivamente con Colloredo y se traslade a Viena, donde se casará posteriormente con Constanza Weber, hermana de Aloysia, joven de la cual se había enamorado durante su visita a Mannheim.
En Viena encajó perfectamente con el gusto de la alta aristocracia y del emperador José II, que apoyaba la música alemana en su competencia frente a la ópera buffa italiana y lo acoge. El rapto en el serrallo, por ejemplo se convirtió en 1782 en una pieza de éxito fundamental en su carrera. También los conciertos tuvieron una excelente recepción entre el público, que fue aumentando progresivamente en número. A partir de 1785, la música escénica ocupa el sitio principal en la actividad creativa del genio. Hasta 1790 surgieron las famosas óperas que compuso con libreto de Da Ponte: Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Cosi fan tutte. Tal período de febril actividad no representó económicamente mucho en la existencia de la familia Mozart-Weber. Los aristócratas cortesanos, que reconocían el talento extraordinario de este burgués provinciano que nunca se avenía a las reglas del protocolo, tendían a tratarlo como un subalterno y le pagaban miserablemente sus obras por encargo. Es que Mozart crecía más allá de los límites estéticos de su tiempo, en tanto los vieneses descendían hacia la frivolidad y la vulgaridad. Como no coincidía con el gusto de la hora simplemente lo abandonaron. La situación no podía ser peor, a los prolongados períodos de enfermedad de la esposa, Wolfgang sumaba una situación económica muy comprometida: pese a recibir bastante dinero, nunca supo administrarse y su enfermiza pasión por el juego había comprometido sus finanzas.
No obstante hacia 1790 algo mejoró la situación del artista, gracias al éxito de público de la ópera masónica La flauta mágica, en tanto que el nuevo emperador, Leopoldo II, le encargó una ópera, la oscura La clemencia de Tito, que será la última obra escénica de Mozart. Mientras trabajaba en un Réquiem, murió el 5 de diciembre de 1791. Tenía 35 años.
ADELANTADO.
Mozart fue un adelantado también en la concepción del músico jerarquiza- do como ser creativo, sitial que Beethoven se encargaría de consolidar reciamente. Sufrió demasiadas humillaciones porque en aquel tiempo un músico tenía el mismo estatus que el resto de los sirvientes en los palacios de la nobleza. En ese sentido es muy ilustrativa la situación de Haydn (uno de los más cercanos amigos del salzburgués) con los Esterhazy.
En su música Mozart exploró con intensidad los aspectos emocionales del ser humano. Su resplandeciente expresividad lírica es todo un alarde de perfección formal. Nunca estuvo cerrado a lo que estaba ocurriendo en la evolución del género y se mantuvo siempre en contacto con los más experimentales creadores de su época. Dos estilos lo marcaron: el de la ópera napolitana y el de la nueva sinfonía a lo Haydn, hecho que ha determinado que algunos críticos definieran su obra como "de tipo italiano y de sentimiento alemán".
Vivir un año Mozart significará vivir uno más sin él, porque si cada ser humano es irrepetible en su caso el hecho es demasiado cierto. Afortunadamente queda su música incorruptible y cercana pese al tiempo transcurrido, capaz de deleitarnos pero también de transformarnos espiritualmente. El milagro de su existencia no hace sino dar una dimensión de lo inconmensurable y ante lo cual jamás se debe permanecer indiferentes.
Un amor prohibido
La mayoría de los biógrafos han centrado los devaneos amoroso de Mozart en las dos hermanas Weber: Aloysia, que lo dejó plantado y Constanza que se casó con él pero que decididamente no lo amaba aunque lo quería. En realidad el músico vivió una encendida relación amorosa con su prima a la que apodaba Basle (conejito) y con la que mantuvo una profusa correspondencia, además de mantener al menos otro amor con una mujer casada, hecho que le fue duramente reprochado por su padre Leopold.
Al leer su correspondencia se comprueba que Mozart vivió un amor juvenil lleno de pasión y por supuesto de trabas. Sus sentimientos se desgranan inequívocamente en las cartas que enviaba a su prima María Thekla.
Nunca se sabrá, o en todo caso puede conjeturarse qué o quién llevó a Mozart a perder aquel amor y casarse con una mujer que le sumó en lugar de quitarle problemas. Se ha llegado a especular que incluso el compositor pudo haber tenido un hijo secreto con su prima.
El tema es analizado en un libro que acaba de editarse en España y que se denomina Basle, mi sangre, mi alma, una documentada investigación que sobre el secreto romance realiza el escritor Miguel Angel Rus.
Son las cartas a su prima las que han servido a los expertos médicos para determinar que Mozart sufría el infrecuente síndrome de Tourette caracterizado por la obsesiva serie de repeticiones y el empleo de un lenguaje escatológico involuntario.
La fiesta prolongada
El mundo tendrá un año de festejos sin pausa para recordar al artista y al hombre. Por supuesto que Viena y Salzburgo se disputan la primacía. Hoy en su ciudad natal la Filarmónica de Viena tendrá dos conciertos, uno matinal, dirigido por Nikolaus Harnoncourt con el pianista Pierre—Laurent Aimard y otro vespertino con la batuta de Riccardo Muti y la flor y nata de los solistas: Thomas Hampson, Renée Fleming, Mitsuko Uchida, Gidon Kremer y Yuri Bashmet. El Festival de Invierno del Mozarteum (20 de enero al 5 de febrero) aglutina 33 espectáculos entre óperas, conciertos y recitales de cámara. El llamado festival de verano tendrá 22 óperas de Mozart entre el 24 de julio y el 31 de agosto.
Viena tirará la casa por la ventana en innumerables actos mozartianos en el correr del año (1.003). Hoy, Seiji Ozawa dirigirá una nueva producción de Idomeneo en el Theater an der Wien, en tanto que la restaurada casa de Mozart en Domgasse 5 tendrá la exposición más completa sobre el músico por seis meses a partir del 17 de marzo.
Fuera de Austria los grandes teatros de ópera de Nápoles, Verona, Génova, Munich, Zurich, Berlín, Dresde y Lisboa ofrecerán en distintas versiones la trilogía de óperas que Mozart compuso con libreto de Da Ponte. Eso sin descontar centenares de conciertos y recitales que se irán sucediendo en cada punto del planeta donde la música tenga su espacio.
Los homenajes en Uruguay
El Mozarteum de Uruguay comandará los homenajes al gran compositor a lo largo del año y en todo el país. En el día de hoy realizará un concierto inaugural con lo mejor de su música de cámara en el Hotel L’Auberge de Punta del Este a partir de las 21.30 horas. Se ofrecerán en la oportunidad, el Trío para piano, viola y clarinete en Mi bemol Mayor, IK. 498, el Cuarteto para piano, violín, viola y cello en sol menor, IK 478 y el Quinteto para piano y vientos en Mi bemol Mayor IK 452. Actuarán Elvira Casanova (oboe), Edgardo D’Andrea (clarinete), Roberto Martínez del Puerto (violonchelo), Moisés Lasca (viola), Esteban Falconi (fagot), y los pianistas Julián Bello e Ignacio Carrera.
A nivel del Sodre no estaba claramente definida su adhesión a la fiesta universal, en tanto que la Filarmónica de Montevideo tiene previsto un concierto dedicado en su totalidad a Mozart al final de su temporada. Es por cierto, con excepción del importante esfuerzo del Mozarteum, un aporte un tanto magro para recordar al genio que aún hoy continúa asombrando y deleitando.
Hoy por hoy Mozart no es sólo el tema del día, es un enorme negocio que sólo en "souvenirs" implica 6.000 millones de dólares. Entre los numerosos productos se encuentran recopilaciones completas de su obra en discos compactos, dos enciclopedias, infinidad de objetos suntuarios y de uso habitual, juguetes, golosinas —entre las que se encuentran las clásicas "bolas Mozart"—, cuartos de hotel e incluso una tarta Mozart de turrón y pistachos verdes que se anuncia como "una sinfonía de sabores".